Creo que prefiero verlo siempre así, con esa indefinición en los límites, en las formas, en los colores confusos, con ese pequeño reflejo que te envuelve..., un regalo de la luna que te acompaña en ese momento para recordarme las ilusiones que siempre me revives.
Así, recogida sobre tus piernas, parece que siempre estarás cerca, que no te has de ir, que seguiremos juntos.
Esta escena mágica revive en mi cada noche al acercarse la hora bruja, cuando las luces tenues de la calle abajo, me recuerdan que el bullicio diario se vence -qué poco vale- para dejar paso, otra vez, a esta fusión increible entre los encantos y los encantamientos.
No sé si te ayudó la luna para que cada noche renazca el hechizo; sé que en ese perfil luminoso, donde adivino sin saber las hojas del otoño, donde sé que estas tú, hay un encanto indefinido cuyos detalles quiero, busco, persigo sin poderme hacerme nunca con ellos.
Mientras me ahondo en ti, cuando quiero y temo que hasta el aire seas sólo tú, me surge el temor del encantamiento.
¿Es esto un sueño? ¿es esto ilusión? ¿Mas por qué temer si en este estado de disolución entre el encanto y el encantamiento sólo vive nuestra pasión?.
Creo que ya entiendo por qué nos merodean las brujas, creo que entiendo por qué queremos acercarnos siempre a este lugar singular. Ellas buscan los encantamientos, esa fuerza que nace de las pasiones mágicas que generamos, para utilizarlos y arrojarlos al mundo; nosotros, los humanos, perseguimos los encantos, fijaciones incomprensibles, temerarias, adictivas, incontrolables... y en esta caza sin fin caemos en el embrujo.
¡Qué suerte tenéis las brujas que andáis siempre por ahí!. ¡Qué suerte tenemos los que podemos quedarnos un tiempo disfrutando de la magia de los encantos!.
Yo no puedo más que decir: ¡No te vayas... quedémonos aquí!.
Jivago
Narrado por BirbyCley |
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